Donde la hoja calla, el alma escucha
Hay un momento del día en que el verde se detiene. No porque deje de vivir, sino porque entra en silencio. Ese instante no hace ruido. No se anuncia. Llega como un perfume que no se ve, como una caricia que no pide nada. Y si uno está ahí —sin querer comprender, sin querer capturar— algo se abre. Una rendija. Un acuerdo secreto entre la hoja y el alma. Tal vez por eso las plantas enseñan sin palabras. Porque lo que saben no se dice. Se transmite por presencia. Este blog también quiere ser eso: una presencia sin apuro. Un jardín escrito. Un lugar donde no pasa mucho, pero algo florece igual. Donde no hay imagen, hay visión.